4 de abril de 2017

El abuelo

El enigma. Todo hombre es un misterio



El anillo


El anillo de matrimonio de mi madre fue serruchado, arrancado de su dedo anular debido a la inflamación en alguno de sus embarazos. Contaba la abuela que, el oro y el diamante incrustados, conocían las señales de que a mi pobre hija le iría muy mal con tu padre. Mi madre me contó que la argolla matrimonial la vendió en alguno de los episodios de separación. Yo en cambio, renuncié a toda clase de formalismos: al vestido de quinceañera y al vestido de novia. Secretamente sentía atracción por otros rituales menos mundanos, por ejemplo, el anillo de compromiso, nunca lo dije, no lo confesaría jamás. Parece que mi destino fue condenado a ese tipo de renuncia porque no tuve padrinos de bautizo -no fui bautizada- tampoco tuve primera comunión, no fui motivo de festejo en sentido alguno. La rebeldía y el menosprecio tomaron su lugar con dignidad.

(© Consuelo Sáenz, Tu nombre y las cosas, revelaciones, 2012)


Ella

Azucena, no perteneció a este mundo


La tía Azucena devota fiel a la virgen de Guadalupe, San Judas Tadeo y San Expedito; en ella confluye la fe católica con otras inquietudes de carácter metafísico y esotérico, una buena católica. Al crecer bajo su cuidado tuve fácil acceso a muy temprana edad a cierta literatura apta para personas de amplio criterio, algunos títulos lacónicos como: Necronomicon o el libro de los muertos, Astrología para principiantes, El santo sudario, Lo sobrenatural, La bruja blanca, La magia roja, Hechos extraordinarios y el poder de la mente, San Cipriano, La sibila y la interpretación de los sueños inauguraron mi gusto por escritores consagrados como H. P. Lovecraft, Edgar Allan Poe, Theodor Amadeus Hoffmann y el terror psicológico de Amparo Dávila. Otros géneros como el policiaco y menos selecto las revistas ¡Alarma! o Impacto publicaban noticias de casos sangrientos como el linchamiento de una bruja: fue destazada por los vecinos hartos de sus maldades o aquellas donde se describía el sacrificio a un niño para ofrecerlo en una ceremonia de iniciación un 30 de octubre. Recuerdo a mi tía y abuela hablando de los sobrenaturales hechos.



(Consuelo Sáenz, Tu nombre y las cosas, revelaciones, 2012)

© Consuelo Sáenz